Por: Marcelo Trivelli Oyarzún.
Presidente Fundación Semilla.
Para quienes trabajamos en educación socioemocional promoviendo el respeto, la convivencia, no violencia, empatía y valoración de la diversidad, el lenguaje agresivo, divisorio y descalificador que se está utilizando en la política es un retroceso cultural inaceptable. La única conclusión posible al ver el triste espectáculo que están protagonizando, es que no toman conciencia del mal ejemplo que están dando a niñas, niños y jóvenes que están expuestos a ese tipo de mensajes.
El espíritu detrás de establecer el acceso de la política a horario “prime” y de familia en televisión los treinta días previos a un acto electoral tuvo por objeto que las diferentes posiciones y partidos políticos pudieran informar a la ciudadanía y así contribuir a una mejor democracia.
La franja televisiva para el plebiscito constitucional, al igual que todas las anteriores, se transmite y se ha transformado en la cloaca de la política, en que exacerban prejuicios xenofóbicos, mienten sin pudor alguno, tergiversan la realidad, reescriben la historia a su conveniencia y le desean mal al adversario.
Niñas, niños y jóvenes están expuestos a este lenguaje en ambos horarios: las 12:45, hora de familia y las 20:45 hora de telenovela o noticias dependiendo del canal que se sintonice. Ante esta lamentable situación, ¿quién pudiera sorprenderse del avance de conducta violentas en contextos escolares y el consecuente deterioro de la convivencia?
Al analizar el fenómeno de la violencia, surge mi formación de ingeniero. Veo que, cuando a la sociedad se le clasifica según la variable de la violencia se mueve hacia relaciones más violentas (en matemáticas la población bajo la campana de Gauss), los grupos en los extremos también lo hacen y por ello no podemos desentendernos de que cada uno de nosotros, y en especial quienes tienen tribuna y acceso a los medios de comunicación, somos responsables del aumento en todos los ámbitos de nuestras relaciones. incluyendo la violencia delictiva.
No es honesto quedarnos con la explicación de que el aumento de la violencia se debe a factores ajenos a nosotros, como la pandemia en lo que se refiere a contextos escolares o prácticas más violentas importadas de otros países. Es la sociedad en su conjunto la que debe tomar conciencia de cómo hemos ido normalizando conductas violentas o asumiendo conductas que deshumanizan a las personas convirtiéndolas en blanco de agresiones injustificadas e inaceptables.
Pero volviendo al violento lenguaje de la política, vemos que es un reflejo de lo que ocurre en la sociedad. Basta con estar en algún grupo grande de WhatsApp para ver, a diario, descalificaciones, prejuicios, insultos, discriminaciones; todas ellas conductas absolutamente normalizadas, que a muy pocos llama la atención.
No tomar conciencia del efecto negativo que tienen dichas conductas, y más aún, cuando se difunden en medios de comunicación masivos en horario en “prime” es estar diciéndole a las nuevas generaciones: “que se jodan” las niñas, niños y jóvenes, porque mi proyecto y mi manera de ser y vivir es mas importante que el tuyo.