El 4 de julio pasado se instaló la Convención Constitucional que está encargada de redactar una nueva Constitución para Chile.

Como se dijo en su momento, se comenzará a trabajar sobre “una hoja en blanco”.

El resultado dependerá de la capacidad de diálogo y para que este sea fructífero, tanto al interior de la constituyente como en los que no somos parte de ella, deberemos ser capaces de reconocer que muchas veces somos prisioneros de nuestros prejuicios.

El valor que cada cual le asigna al orden establecido es el más importante prejuicio a superar porque no será lo que tenemos hasta hoy, ni tampoco será la otra cara de la moneda. Como se dice en buen chileno, no daremos la vuelta la tortilla ni nos quedaremos con la misma.

Partir de una hoja en blanco fue la fórmula aprobada por la mayoría del Congreso con quórum calificado y posteriormente ratificada por la ciudadanía con un 80% de aprobación.

os encontraremos con altos y bajos como es natural en todo proceso abierto y democrático, pero no podemos permitirnos descalificar o imponer nuestros particulares puntos de vista sin antes abrirnos a una reflexión respecto de nuestros propios prejuicios.

Los prejuicios no son buenos ni malos, simplemente son. Se adquieren producto de las creencias habituales o del sentido común imperante en nuestro entorno. Se hacen propios sin el debido proceso de la razón. Entran sin filtro de manera directa al disco duro de nuestro cerebro.

Hace más de un mes atrás iniciamos una campaña para cambiar el lema de nuestro escudo nacional que está consagrado en el artículo 2°, título primero, Bases de la Institucionalidad de nuestra Constitución. No más: “por la razón o la fuerza” porque a nuestro juicio es una afirmación que legitima la violencia de aquellos que creen tener la razón, muchas veces basada en prejuicios, independiente de lo que piensen o sientan las otras personas.

Propusimos como alternativa: “por la fuerza de la razón” y nos hemos encontrado con mucho apoyo.

Sin embargo, quienes se han mostrado contrarios a este nuevo lema para Chile lo hacen sin argumentar. Basan su rechazo en que viene a alterar la tradición y la historia, en otras palabras, porque siempre ha sido así. Tan arraigada se encuentra este prejuicio que es bueno aclarar que ni la Constitución de 1833 ni la del año 1925 vigente hasta ser reemplazada por la de 1980, hacían mención al escudo de armas con su lema ni a otros símbolos patrios.

Nacemos sin prejuicios y con una capacidad infinita de cuestionar.

El proceso constituyente servirá como una herramienta pedagógica inigualable en la educación de niñas, niños y jóvenes al utilizar la realidad para ejercitar el razonamiento sobre la base de hacer y hacerse preguntas.

Al igual que en el proceso constituyente, la sala de clases y la comunidad escolar se verán beneficiadas con una mejor convivencia si somos capaces de reconocer que, a medida que crecemos, nos vamos convirtiendo en prisioneros de nuestros prejuicios.

Marcelo Trivelli

Fundación Semilla