• Omaira Golcheidt Carrera, doctora en Ciencias de la Educación y asesora curricular del Proyecto de Formación Inicial Docente (FID) de la UCM.

El estar en confinamiento, nos ha llevado de una manera disruptiva a realizar diversos cambios en nuestros hábitos cotidianos.

Uno de éstos, es ambientar espacios de nuestro hogar para crear una oficina o sala de clase, lo que genera en repetidas oportunidades la no separación de momentos laborales o académicos con el compartir en familia.

Este tipo de situaciones ha llevado a que muchas personas se aíslen del núcleo familiar para cumplir con actividades propias del entorno virtual.

Aunado a ello, también se encuentra presente el uso constante de dispositivos tecnológicos que demandan conexiones y comunicaciones expeditas para llevar a cabo la actividad online.

Empleamos de manera continua el teclado, dejando muchas veces a un lado nuestras libretas de apuntes, convirtiéndonos en dependientes de estos recursos electrónicos, sin dejar de lado evidentemente a nuestros teléfonos móviles.

Es importante resaltar que el uso continuo de recursos tecnológicos muchas veces causa la impresión de sentirse imposibilitado para ejecutar acciones tan sencillas como leer documentos en físico o transcribir alguna información en una hoja de papel.

Incluso, hay personas que han expresado que su grafía también cambió, a tal punto que consideran que hasta la forma de tomar el lápiz la olvidaron.

Citando a Francesco Tonucci, pensador, psicopedagogo y dibujante italiano, expresa que “aprender a leer y a escribir es el mejor regalo para tus hijos”, también resalta que “el que aprende a escribir debe crear historias a partir de sus lecturas, permitiéndole desarrollar un pensamiento crítico, analítico que le abrirá las puertas a un nuevo universo”.

Es por eso que en este contexto que estamos viviendo, debemos crear espacios para compartir lecturas, aprovechando el sin fin de producciones de cuentos, novelas y artículos online que han emergido.

Cabe destacar que, crear historias relacionadas con nuestras vivencias y plasmarlas a través de la escritura nos permite activar una completa red dentro de nuestro cerebro, conectar con el estímulo visual a las redes del lenguaje que ya existían previamente, además de ampliar y enriquecer nuestro vocabulario.

Es importante resaltar, que, al compartir experiencias de lecturas o creación de producciones intelectuales con nuestro entorno familiar, permite rescatar y fortalecer la comunicación activa que es tan necesaria en estos tiempos de pandemia.