Por: Estrella Garrido y Enrique Misle, académicos UCM.
Hablar de sostenibilidad hoy se ha vuelto algo como de moda, un término tan presente que hasta perdemos la perspectiva de sus alcances. Hasta se ha hablado de crecimiento sostenido, pero eso, justamente, no es sostenible: no hay nada en el planeta que tenga “crecimiento sostenido”, ni siquiera una sequoia gigantesca crece ad infinitum.
Se puede proyectar el crecimiento de una actividad económica, pero hasta copar cierta presencia en un nicho, cuya meta será entonces alcanzar estabilidad.
Así pues, en ecología, ciencias de los recursos naturales, de la agronomía, biología en general, así como en la sociedad humana, sostenibilidad es otra cosa y muy precisa que nos convoca urgentemente en tiempos inéditos en la Historia, cuando las capacidades de la biósfera de amortiguar la intensidad de la actividad humana, están superándose y causando un desequilibrio global.
La sostenibilidad busca un equilibrio en el consumo y distribución de los recursos para asegurar estabilidad y los derechos de las futuras generaciones y nos insta a tener límites, dando a la biósfera la posibilidad de absorber los efectos de nuestra actividad.
La presión sobre los recursos naturales sin dar tiempo a su recuperación y la carencia de leyes robustas que impidan su adecuado uso, provoca pérdida en su calidad y riesgo para la actividad agrícola.
Por el contrario, un enfoque sostenible apunta a mantener la productividad de los ecosistemas por tiempo indefinido.
La agricultura interviene ecosistemas para producir alimentos, pero además, hoy valoramos su multifuncionalidad como atributo.
Entre sus funciones sociales destacan la conservación del patrimonio cultural, aseguramiento de condiciones de vida digna para familias y comunidades rurales, generación de empleo, oportunidades para recreación, entre otras.
Todas nos benefician, y es posible constatarlas en las regiones del Libertador Bernardo O’Higgins y del Maule, las más agrícolas del país.
Sin duda, hacer agricultura con enfoque sostenible es mucho más complejo.
Bajo el enfoque convencional actual si hay una plaga, nada más fácil que usar estrategia bélica: ¡atacar por sorpresa con un químico mortal! Fácil recomendación técnica, fácil solución, fácil aplicación, pero es muy difícil librarse de las consecuencias: residuos en alimentos, rebrotes explosivos de la misma u otras plagas, contaminación del agua subterránea, presencia de químicos en niños escolares, adultos, cáncer, entre tantas otras consecuencias.
Es trabajar contra la naturaleza; trabajar con la naturaleza es mucho más complejo, lento y requiere paciencia. Pero los beneficios de largo plazo, la belleza y satisfacción de hacerlo valen la pena, porque hacernos la vida fácil hoy, hará muy penosa la vida de nuestros descendientes. Además, en la actualidad la agricultura limpia se promueve a sí misma, el agroturismo también: Colchagua, Curicó, Teno, Romeral, limpios, sostenibles debieran ser sellos que consoliden, aseguren y atraigan nuevas actividades.