Por: Marcelo Trivelli Oyarzún.
Presidente Fundación Semilla.
Al escribir esta columna nos enteramos que hay cuatro estudiantes del Internado Nacional Barros Arana en riesgo vital, otros en estado grave y una docena más heridos por quemaduras producto de la manipulación de un líquido inflamable.
En paralelo, al interior del establecimiento, se estaban desarrollando dos actividades: la despedida de los alumnos de cuarto medio que conlleva en su “tradición” lanzar petardos como elementos festivos mientras que otros se preparaban para salir a la calle a manifestarse y eventualmente irían premunidos de bombas molotov. Hasta ahora no se sabe si hay relación entre estas dos circunstancias o qué fue lo que generó el incendio.
Antes de entrar en reflexión, invito a hacer el ejercicio de ponerse en el lugar de trabajadores, apoderados y los propios estudiantes del Liceo, la dimensión humana de las consecuencias de un evento así debe ser demoledor emocionalmente para toda la comunidad. Sólo se puede imaginar lo difícil que debe ser pasar por algo así.
¿Quiénes son las y los responsables de lo ocurrido en el INBA?
En Chile, cualquiera de los involucrados de 18 años o más son individualmente responsables, pero por ser estudiantes de enseñanza media se puede presumir que tienen más de 14 y menos de 18 años y por ello tienen responsabilidad penal con un tratamiento especial. Esto es un hecho.
Los establecimientos educacionales son, por esencia, lugares para la formación de niñas, niños y jóvenes. Sus profesionales y administrativos no son carceleros, pero es preocupante que tanto el uso de los petardos como la tenencia de líquidos inflamables sean conductas normalizadas con todos los riesgos que conllevan.
La educación es mucho más que impartir materias e institucionalmente tienen el deber de cuidado y supervisión de sus estudiantes. No basta con reglamentos y protocolos, desde una mirada pedagógica es imprescindible que el Currículum Nacional incorpore la identificación de conductas que puedan conducir a diferentes formas de violencia y sus riesgos; desarrollar habilidades en toda la comunidad escolar para prevenirlas y abordarlas en caso que se produzcan y generar las condiciones para vivir en una cultura de paz en que la violencia no tenga cabida.
Lamentablemente el sistema educacional se encuentra tensionado por los movimientos como “con mis hijos no te metas” que no entienden que la educación es un instrumento clave para la construcción de una identidad compartida, ya que permite a los individuos adquirir un sentido de pertenencia, compartir un marco común de valores y conocimientos, y participar en la vida cívica y cultural de su comunidad. A través de la educación, las personas aprenden a convivir, a respetar sus diferencias y a formar parte de un proyecto colectivo más amplio, que puede ser local, nacional o incluso global. Este proceso es esencial para la cohesión social, el fortalecimiento de la ciudadanía y el desarrollo de sociedades más justas e inclusivas.
Si bien en el caso del INBA, como en tantos otros, existen responsabilidades individuales, no podemos obviar que nuestro sistema educacional necesita urgente un rediseño con énfasis en las relaciones humanas por sobre las materias tradicionales.